¿Por qué creía que se estaba
dando esa peor evolución? Por la tremenda crisis de confianza que se ha
desatado en estas compañías dados los notorios ejemplos a los que estamos
asistiendo en 2013, y que son la culminación de un período de cinco años nada
buenos, sobre todo para las compañías de segmento pequeño.
Todos tenemos en mente lo ocurrido
con Pescanova, yo el primero. Nunca en mi carrera he cometido un error
de bulto tan grande como defender públicamente a una compañía que no lo merecía
(Ver
mi blog del 7 de marzo) y hacerlo con una venda en los ojos sin darme
cuenta. Aun estando engañado como todos, no he puesto ni una sola excusa a mi
error cuando el escándalo se destapó en toda su crudeza. Como se dice vulgarmente,
la cagué. Confié en el análisis de unos números manipulados y fraudulentos,
defendiendo sin darme cuenta a unos gestores mentirosos que además, si se
demuestra que han sido culpables de las acusaciones, son posibles delincuentes.
Codere, a pesar de no ser
un caso para nada comparable con Pescanova, también está en el
disparadero por la posibilidad de incumplir sus obligaciones de pago e incurrir
en un default. Como Prisa, que se encuentra en el penúltimo
escalón de su desastre final, crónica de una muerte anunciada (recomiendo mi
post Prisa,
el dragón moribundo del 6 de diciembre de 2012), pues será el siguiente en
una lista fúnebre de malos pagadores que por supuesto sigue capitaneada por
tantas y tantas inmobiliarias exponentes de uno de los mayores fracasos
bursátiles que yo recuerdo como fue el experimento de crear vehículos de
inversión cotizados que doblaban el riesgo y encima estaban mal gestionados.
La lista incorpora compañías con
muchas historias detrás, e insisto que no comparables todas entre sí pues cada
una tiene su particular historia, como son los de La Seda , Sos (ahora
Deoleo), Bankia… Hay muchos ejemplos más que me guardo para no herir
susceptibilidades. Empresas que persistentemente desprecian a sus accionistas
así como a posibles inversores cuando no les quieren ni recibir, inflan sus
previsiones o simplemente dibujan escenarios imposibles nunca alcanzados. Y no
son pocas.
Seguramente más de uno está
pensando que gran parte de lo que digo es aplicable a compañías de más elevada
capitalización y teórica mejor reputación. En eso cada cual que sea libre de
opinar, personalmente no entro en ese debate. Hoy escribo del mal que están
causando estas empresas en una cuestión importante y capital como es el tema
reputacional, que forma parte del equity story de cada una.
Como gestor y analista que soy,
me gusta ponerme en la suerte de colegas de profesión de otras nacionalidades.
Intentar averiguar qué pasa por su cabeza cuando se plantean invertir en este
mercadillo que es hoy España, donde se vende todo y de todo. No hay que
darle mucha literatura a esto, simplemente echa para atrás.
Insisto en asumir por un momento
el rol de ese gestor o potencial inversor. Desde fuera lo que se observa es que
en este país hay compañías cotizadas sujetas a auditorias y vigiladas por un
regulador, que a pesar de todo mienten y engañan a sus accionistas.
Empresas familiares que son gestionadas como quien tiene un cortijo. Otras, que
dentro de la legalidad funcionan al margen de la ética y fuera de la
responsabilidad que confiere estar cotizado. Sí, porque aunque parezca mentira
hay muchas a las que no les gusta dar información porque ello supone
compartirla con la competencia o simplemente retratarse. Los que como yo
conozcan el mercado español sabrán rápidamente identificar algunos ejemplos
notorios.
Hay muchas excepciones, por
supuesto. Faltaría más que el señor de Sousa fuese el prototipo de
gestor de nuestro tejido empresarial cotizado. Nada más lejos de la
realidad. Pero la vida es así de injusta, o no, y cuando los casos similares se
reproducen en lo malo, se tiene a generalizar acarreando dolorosas injusticias.
No hace falta que sean todas o muchas, con que haya excepcionalidad ya basta.
No sólo hablamos de compañías que
intentan vender su producto sino también de las que abrir su accionariado. Cómo
convencer a un gestor para que invierta en sus acciones cuando la
generalización está ahí. Ya no es el hecho de que las cuentas estén
correctamente auditadas, es que unos pocos han provocado una falta de
credibilidad tremenda a la gran mayoría. Y eso cuesta corregirlo.
La otra cara de la moneda por
tanto, son aquellas empresas que se están viendo golpeadas por este daño
reputacional. Hay muchas y buenas compañías cotizadas que dedican un
importante esfuerzo de comunicación, que llevan mucho trabajo detrás por
hacerse escuchar, por llegar a todos los inversores da igual su perfil, que se
ven machacadas por el mal creado. Lo he dicho muchas veces y lo repito una vez
más, el daño causado por Pescanova no se está ponderando correctamente
pues ha salpicado dolorosamente a muchas buenas empresas de nuestro mercado.
Vivimos un momento crítico en el que nuestras compañías se ven expulsadas u
obligadas a salir fuera de nuestras fronteras, y ese riesgo reputacional en el
que insisto, muchas lo acaban arrastrando.
Se imaginan que después del coste y del enorme
esfuerzo que supone vender un producto fuera y abrirse a nuevos mercados en las
que muchas empresas son completamente desconocidas, después de toda esa lucha,
todavía les quede tener que convencer a los inversores, bancos o bonistas de
que “no, nosotros no somos Pescanova”… Yo sí. Ahora es fácil pedir más
auditorias, más regulación en forma de mayor y mejor control en las cuentas,
pero lo cierto es que corregir todo ese mal va a suponer un doloroso y costoso
esfuerzo a nuestras compañías. Y la gran mayoría no lo merecen.
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