Cuando Telefónica anunció el año pasado la suspensión de su dividendo parecía
que se asestaba un duro golpe a la bolsa española por aquello de que uno de los
leading indicators de los fanáticos defensores del dividendo,
confirmaba lo que algunos creíamos que se veía venir desde hace tiempo.
He hablado con muchos gestores
foráneos a lo largo de mi carrera como para poder afirmar que para gran parte de los que invierten en
nuestro mercado sólo existe un pequeño ramillete de compañías. Por ejemplo en
los grandes fondos donde prima la liquidez así como las estrategias
“benchmarquistas”, es lógico que se interesen más por Telefónica que por
Jazztel. Incluso cuando me entrevistaba con gestores de fondos small cap o value investment, al final de las presentaciones casi siempre preguntaban
por lo mismo que los demás, bancos, Inditex y si Telefónica podría seguir
pagando su dividendo.
Luego la macro se hundió, afloró
la suciedad de la deuda, los malos gestores políticos se sucedieron y la
historia degeneró en lo que todos sabemos de tal manera que de un interés
residual por la bolsa española se pasó a un estado en el que ni se aceptaban
propuestas de reunión. Pero eso es otra historia.
Por eso creo que la dureza de las
cosas a veces incorpora un baremo muchas veces difícil de entender. Y en el
caso de Telefónica y su renuncia
temporal al dividendo así ha sido. El Ibex, quizás lo repito mucho pero a
las pruebas me remito, reaccionó con desmedida euforia a las adormecedoras
palabras de Draghi corriendo en medio de la euforia generalizada incluso más
que el resto de bolsas europeas. Y lo hizo de tal forma que el impacto que en un principio se suponía tendría
el que la empresa de referencia del dividendo, algo de lo que discrepo
notoriamente, anunciase la supresión temporal del mismo, quedó casi en anécdota. Se podría decir incluso que al accionista
le vino la suerte a visitar. O no. Básicamente porque la suerte en Bolsa no
suele existir y los ilusos que en alguna ocasión la han tenido y les fue bien
creen que es un evento repetible del que generalmente se desdicen muy rápido.
El caso es que Telefónica se “ahorró” una salida de caja
el año pasado de unos 4.450 millones de euros evitando el pago en efectivo del
primer dividendo a cuenta y la recompra de acciones. Esa cifra se suma a la
colocación en bolsa de su negocio en Alemania
-acierto por timing ya veremos si
éxito para los inversores-, la venta de Atento
-¡cómo plegaron velas los que quisieron inflar esta actividad un año antes!- y
la venta parcial de esa bolsa de humo gris que a día de hoy sigue siendo su ¿acuerdo
estratégico? con China Unicom -otro
de los grandes blufs de nuestros directivos en China-. En total casi 7.000 millones de euros entre “ahorros” y extraordinarios
con los que compensar la caída de negocio y los costes por los despidos y
prejubilaciones, que esa es otra historia para dar de comer aparte.
No está nada mal si se tiene en
cuenta que su cash flow operativo este año se quedará por debajo de los 17.000
millones de euros (hace dos años estuvo en el umbral de los 20.000 millones de
euros) o que su beneficio operativo, perdón, su OIBDA, muy posiblemente no
supere los 21.000 millones de euros. Pero sobre todo, por encima de esas cifras
está la deuda, 52.000 millones de euros previsiblemente a cierre de 2012.
Si se compara la ratio de su
deuda neta sobre el beneficio operativo no parece que estemos hablando de algo
desproporcionado. Una proporción de 2,5 veces -ó 2,3 si logran su objetivo-
reducida desde 3 veces para un sector que hasta hace poco era altamente
intensivo en capital, no es en apariencia muy preocupante. Sobre todo teniendo
en cuenta que Telefónica ubica la mitad
de su actividad en el paraíso de la deuda y del sobre apalancamiento, y que
el análisis global de su crédito tampoco es que nos lleve a la impresión mortal
que uno se lleva si mira las cuentas de Sacyr o de Prisa.
Sin embargo, la compañía realiza
un esfuerzo importante para al final colocar esa proporción en la media de los
últimos cinco años. ¿Y a partir de ahí? Porque el accionista pensará que pasado ese año de “perdón” habrá que ir
pensando en recuperar el reparto de efectivo entre la masa. Si se mira a
dos años vista, personalmente a más tiempo creo que es como preguntarle a un
ciego por la puesta de sol, su cash flow operativo seguirá chocando con la
referencia de lo que marque en 2012. Es decir, que no se va a mover muy lejos
de lo que veamos en 2012. Sinceramente, con un negocio que en el 50% de sus
ventas geográficas decrece y que sigue perdiendo márgenes, no se puede pensar en
un mayor optimismo.
Pues le tocará seguir sufriendo.
Ahora es cuando se empieza a ver el impacto de la noticia de la supresión del
dividendo y que no se pudo reflejar en el precio el año pasado. Que Telefónica esté anclada en los 10 euros
es sintomático. O bien hay desconfianza hacia su negocio, lógico por el
ciclo global y el de las telecos en particular, o bien se cree que el dividendo
no se podrá retomar. Recordemos que el compromiso es el de recuperar el pago
con cargo a este año repartiendo en un principio 0,75 euros distribuidos entre
efectivo o cromos devaluados y recompra de acciones. Yo apuesto a que no lo hará o que la cuantía será revisada a la baja.
Por eso hace bien en guardarse la bala en la recámara que es su
negocio en Latam suspendiendo la salida a bolsa de su filial. Si las cosas
no se enderezan tendrá que poner toda la carne en el asador para convencer de
las bondades de crecimiento de su actividad allende los mares. Yo sigo sin
perdonarle la golfada que fueron las
colocaciones y posteriores recompras de Páginas Amarillas, Terra y Telefónica
Móviles. Todavía sigo oyendo de sus directivos aquello de que “la suma de
las partes (filiales) es mucho mayor que la valoración del Grupo”. Lamentablemente,
ese argumento hoy en día vale sólo para las compañías en liquidación porque
permite separar el grano de la paja. Espero que Telefónica no cometa ese error
y no lo digo por el dividendo sino por la presión de la masa.
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