Esta mañana nos hemos despertado con la noticia de que Repsol y Argentina, han llegado a un principio de acuerdo en relación a su conflicto por la expropiación de YPF. Aunque parece un acuerdo empresa-gobierno, todo hace ver que ha sido gobierno-gobierno por lo que se ha pactado es una especie de take or pay, es decir, se ha ninguneado a la compañía y al accionista.
¿Por qué creo que esto es así?
Partimos de un hecho muy claro que no admite discusión. Repsol hace unos años controlaba YPF, exactamente el 51%, hasta que en una maniobra orquestada por unos imberbes e insolentes asesores de la nueva cacique del sur, Cristina Fernández de Kirchner, se decidió argumentar una expropiación de esas que sólo ocurren en ciertos países. Un “me lo expropie, oiga”. Ya saben.
Repsol no se amilanó, protestó y pidió amparo a su país de origen, cuya respuesta en un principio fue bastante ajustada. Recuerdo unas palabras del Ministro de Industria en las que se vino a decir que la respuesta no se haría esperar y que sería contundente. Bueno, no fue lo que debía de haber sido pero sí fue rápida al menos pues se limitaron las importaciones de biodiesel desde Argentina, causando un choque diplomático de cierta relevancia. Al margen de lo que ocurrió, que como todo lo pasado no es más que historia, la realidad es que Repsolestaba, o eso pensaba yo, convencida dedefender sus intereses y los de los accionistas y bonistas. Legítimo y obligado. Pues no ha sido así.
Argentina y España pactan unas condiciones que no son las que Repsol habría deseado.
Falta conocer mucho del acuerdo, pero de lo que se ha filtrado hay dos cuestiones claras. La primera es que la negociación ha sido como decía totalmente bilateral entre gobiernos y excluyente con Repsol, en gran medida como consecuencia del fuerte rechazo que la cúpula de nuestra empresa tiene en el país, personificado en su presidente Brufau. Hasta tal punto parece que ha sido así, que en la misma negociación se ha puesto la cabeza del presidente como condición. Eso es un punto. La otra es que no es un acuerdo que, insisto, beneficie al accionista.
Los 5.500 millones de dólares no compensan ni de lejos la valoración de partida que se tenía en los libros en abril de 2012, cuando se expropió YPF, y que ascendía a 15.000 millones de dólares. Estamos hablando de un tercio. La cantidad podría ser razonable si se hace un ejercicio simplista pues se pasa de 15.000 millones a cero y de cero a 5.500 millones. Sin embargo,se ofrece cobrarlos a través de deuda pública cuya calificación crediticia está en la basura, literal, desde hace años.Argentina ha sido el último país relevante, que no grande, en caer en default. Lleva una década apartada de las emisiones internacionales y su credibilidad y su garantía en el pago es más que cuestionable. Repsol, sus accionistas y bonistas, recibe a cambio de algo que es legítimamente suyo un activo de dudoso cobro que puesto en precio es cero, es decir, se sigue llevando nada.
Lo alucinante es que el mercado premia la acción y los títulos han llegado a subir un 5%, es decir, algo más de 1.000 millones de euros (1.350 millones de dólares). Y el argumento que dan la mayoría de brokers es que “eso es mejor que nada”. Yo llevo mucha experiencia a mis espaldas y hace falta valor para firmar eso en un informe, contarlo al cliente y venderlo con una recomendación de compra. Me parece increíble.
Resumiendo, el acuerdo sólo beneficia a una parte: Argentina. Si tan segura estabaKirchner de sus argumentos, no le debería haber dado miedo acudir a un tribunal de arbitraje internacional, donde por otra parte habría perdido con toda seguridad porque en el mejor de los casos se quedaría con la expropiación pero sería condenada. No pagaría igual, es decir, Repsol estaría como está ahora, insisto que esos bonos basura no valen nada, pero Repsol habría defendido legítimamente sus intereses y habría obtenido una victoria que para algunos es moral, lo que en finanzas equivale igualmente a cero, pero sí reputacional. Eso, que parece una chorrada, tiene mucho valor. Ahora el accionista se queda sin su activo, posiblemente sin su presidente y con una cara de tonto que le debería llegar al suelo. Así está la seguridad jurídica en algunos países.
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