Esta mañana leía que China reabrirá el mercado de OPV el próximo mes de enero, después de un año de prohibición. Los motivos son particulares pero en cualquier caso poco comprensibles y no creo que nada beneficiosos. Limitar y restringir lo que en concepto es un libre mercado supone un absurdo que roza lo ridículo. Pero ya sabemos cómo es su régimen, que no los chinos. El mundo sigue tratando a un país sometido a una cruel dictadura militar-comunista con demasiado respeto y temor hasta tal punto que incluso se jacta de seguir sus indicaciones. Pasa el tiempo y no por ello deja de ser paradigmático.
El caso es que a colación de esa lectura he leído algunos otros apuntes de prensa que no colocan muy lejos a los europeos. A sabiendas de todo lo ocurrido en los últimos cinco años, los dirigentes políticos creen que parte de las soluciones pasan por establecer mecanismos de control y supervisión férreos. De nuevo se confunde la prevención con la sobre regulación. Dos cosas diferentes e incluso antagónicas. Por ejemplo.
El Banco de España podría prohibir las políticas de reparto de dividendos.
Prohibir. Así de explícito se muestra nuestro el regulador. Con el fin de controlar a las entidades, el Banco de España asumirá nuevas funciones con el objeto de intentar limitar al máximo el libre ejercicio de sus funciones a las entidades por lo menos más débiles. Esto tiene dos puntos. Primero, pasa de aconsejar, lo cual viniendo de quien viene ya sería suficiente exhortativo, a prohibir. Es decir, cercena aun más el libre funcionamiento de mercado que, como siempre digo, para bien o para mal parte de decisiones autónomas de entidades en el ejercicio de sus libertades. Obviamente esto tiene mucho análisis pues parece lógico pensar que una entidad intervenida, y ya se parte de un error por tanto al jugar a rescates y salvamentos, pueda permitirse el lujo de pagar dividendos cuando la mayoría de sus fondos propios están comprometidos por una devolución. Fíjense que no hago mención a la procedencia de los fondos, simplemente a su fin. El caso es que cómo el Banco de Españapuede discutir la cuantía, el pago y la política de las entidades. La cuestión no es que NCGo Bankia, por no mencionar Popular oSantander, den o no dividendos, sino que puedan pagarlos y sostenerlos, y por supuesto, que sus accionistas autoricen dicho pago. En el caso de las intervenidas es fácil, hay un único accionista o uno mayoritario según el caso, y se toma una decisión consecuente. Pero de ahí a buscar regular las políticas media un mundo y la tesis del Banco de España pasa por establecer controles absolutos a la banca en muchos ámbitos, puede que incluso por encima de sus competencias reales y desde luego por encima de sus accionistas.
El BCE relajará los criterios de los test de estrés.
Esto no tiene tanto que ver con la imposición de políticas o controles sino de nuevo con la regulación. ¿En qué consistirá esa relajación? Presumiblemente en rebajar las hipótesis de estrés de las entidades, es decir, las referidas a los escenarios adversos que estresarían los balances de los bancos. De esta manera lo más probable es que se relajen las cifras relativas a crecimiento, desempleo, tipos, precios inmobiliarios etc. De un lado parece lógico, pues el escenario ha cambiado sensiblemente. Si el BCE se muestra muy duro irá contra el sector y éste seguramente se revelerá. Si se muestra muy laxo, la prueba de nuevo caerá en la indiferencia por la falta de credibilidad. La papeleta es dura pero esto sucede cuando se introducen altos niveles de regulación. Nunca se tiene suficiente hasta tal punto de que se puede incurrir en el error de querer siempre más. El BCE, el mismo que soporta el “chiringo” bancario europeo, el mismo que ha jugado a ser Dios durante la crisis, el mismo que pretende erigirse como salvador, busca una prueba con una gran presión en ambos lado, tanto en la suya como en la de las entidades en medio de una maraña creciente de regulación, que seguramente sea insoportable para muchas entidades, incluso las saneadas (si se puede hablar de ello entre los bancos).
Así pues, de nuevo tenemos dos ejemplos de lo que supone introducir mecanismos de control excesivos. Cuando los reguladores se extralimitan se vive en el permanente filo de la navaja de estar expuesto a la opinión pública. Se parte de errores como son la salvación de entidades privadas con mecanismos altamente costosos pues son con recurso a unos fondos de los que no se dispone y que sólo se obtienen vía expoliación de los contribuyentes, y se acaba con altas e ineficientes dosis de regulación. Qué incentivo tiene la banca si se le establecen trabas continuadas o igualmente si cometiendo errores en el ejercicio de su libertad, el Estado siempre será garante de última instancia. La respuesta es muy obvia.
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