jueves, 21 de marzo de 2013

Montoro y el laberinto del minotauro


Los políticos son “animales”, dicho así por nuestra condición propia no tanto por la literalidad de la palabra, que suelen repetir errores de manera reiterada. Vamos, que tropiezan en la misma piedra no una sino muchas veces.

En mitad de este oleaje que está siendo Chipre, las oleadas ya sabemos identificarlas y de momento no se apunta a mar gruesa, nuestro ministro de Hacienda y Administraciones Públicas ha tenido el oportunismo de anunciar esta semana en el Senado, la inminente imposición de un impuesto sobre depósitos bancarios. Esto no es de ahora, viene de hace unos meses pues fue el colofón de un 2012 histórico por la regresión impositiva de los ciudadanos de este país, buenos y sufridos pagadores dicho sea de paso pues la evidencia de lo que sucede “ahí fuera” es notoria.

Resulta que este nuevo tributo servirá para compensar la pérdida recaudatoria a aquellas comunidades que vieron anulado el impuesto autonómico, de tal forma que este nuevo gravamen se situaría de manera oficiosa entre el 0,3%, punto intermedio de los tipos utilizados por las comunidades, que recordamos eran del 0,2% y del 0,5%.

Se da así una vuelta de tuerca a la penalización que hoy por hoy sufre el ahorro en España como consecuencia de la imperante necesidad confiscatoria, que no recaudatoria, de las arcas públicas. Ya lo anticipaba en mi primer post del año (La marginación del inversor en Bolsa), y la cosa no para ahí. Para un inversor minorista las opciones empiezan a estar muy limitadas y yo me pregunto si no se busca de manera intencionada acotar el abanico de activos para que al final un tramo importante de ahorradores se vea teledirigido hacia un único activo: la deuda pública.

La inversión en renta variable está tremendamente castigada con la absurda penalización que suponen las plusvalías generadas por entrar y salir de un valor cotizado en el corto plazo. No estamos hablando de las posiciones cortas o apalancadas sino de un inversor tradicional que busca oportunidades en los dientes de sierra que deja una tendencia. Si el inversor es rentista, sus dividendos sufren retenciones y tributan como rendimientos del capital mobiliario a tipos cuestionables que poco fomentan la inversión estable que por otro lado se quiere imponer.

Sin embargo, dado que la inversión en acciones se concentra como mucho, siendo generoso, en aproximadamente en el 20% de los inversores, ni tan mal. El problema es que el ahorro tradicional también se ha visto recientemente penalizado con una circular, para unos recomendación para otros obligación encubierta, que ha provocado un hachazo importante en la remuneración de las cuentas a plazo (Banco de España killed the radio star), y que ahora recibe otra puntilla con la posibilidad de que se graven esos depósitos ya parcos en rentabilidad con hasta un 0,3% adicional. El problema aquí no es de los bancos, es evidente.

La inversión inmobiliaria está como está, poniendo de manifiesto no pocas facilidades fiscales que dinamicen el mercado secundario. Curioso cuando la mayor inmobiliaria española es estatal. Las empresas también sufren la presión impositiva en sus cuentas pues desaparecieron desgravaciones en el impuesto de sociedades y se elevaron tasas y tributos, mientras que sus ventas cayeron como consecuencia del estacazo que fue la subida del IVA, que por cierto no creo que acabe aquí. Eso que parece que no afecta a los ciudadanos se convierte en obviedad pues si el tejido productivo de un país se ve asfixiado por la tributación, lo cual se traslada a sus costes y a sus márgenes, de manera que las empresas pierden rentabilidad, los fondos de inversión dejan de invertir en estas compañías… En definitiva, qué le queda al ahorrador convencional ¿la deuda pública? ¿Es eso lo que se busca?

Si para el ahorrador más conservador comprar un depósito después de tasas en el mejor de los casos le puede generar una rentabilidad que apenas cubra inflación, si para los más agresivos las acciones están penalizadas y estigmatizadas (qué si no es la prohibición de los cortos), parece que lo que se busca es una selección no natural hacia un único tipo de activo, la deuda. Un país sobre endeudado y en depresión económica por la explosión de su propio apalancamiento consentido parece querer prevalecer la deuda como inversión sobre otro tipo de activos. Curioso.

Y todo esto surge tras la quiebra de confianza que supone el corralito financiero de Chipre que aflora la pregunta de moda estos días sobre si es trasladable un hipotético corralito a España. La respuesta de los políticos está ahí. Yo tengo mis más que serias dudas.

La garantía de los depositantes no corresponde al Estado sino a los bancos que son los que sostienen el Fondo de Garantía de Depósitos. El problema no está tanto en quién es responsable último de un evento de falta de liquidez, sino del obligado seniority de los ahorradores. No estamos hablando de instrumentos de capital, como puedan ser acciones, preferentes o deuda no asegurada, cuyas pérdidas tienen que ser asumidas en proporción al riesgo adquirido, sino de la parte más sagrada del pasivo de un banco.

En Chipre se ha establecido una peligrosa equiparación entre pérdidas estatales por falta de regulación y control y contribuyentes. A diferentes escalas, sí, pero la cuestión tampoco es la progresividad del corralito. La cuestión capital está en la inseguridad que se genera en el ahorrador.

Con qué cara se habrán quedado aquellos que “beneficiados” por la amnistía fiscal repatriaron capitales y ven lo que ven en Europa. Cómo se puede justificar un éxito en la evasión fiscal si las garantías jurídicas más básicas se ven cuestionadas. Ocurrió con Grecia cuando tuvo lugar una quita en la deuda matizada en el lenguaje de la aceptación del bonista y del Gobierno, pero que no ocultó un escandaloso default que hizo saltar por los aires las garantías que ofrecían entonces los CDS. ¿Es esta la norma que regulará la unión bancaria? ¿Obligar a los más pobres a ayudar a los más ricos?

El discurso institucional es el mismo y alude a que España no es Chipre, que es un caso diferente. Será por el tamaño. La duda que se genera cuando se producen circunstancias de este tipo es que no tienen lugar en un país africano, ni siquiera vecino con el que tan sólo exista una relación comercial, es que tiene lugar en un país de pleno derecho miembro de la UE, que comparte moneda y que sufre condiciones excepcionales de una gravedad manifiesta. Y cuando se crean precedentes como hay Dios que se fomenta una cultura del miedo. 

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