jueves, 25 de abril de 2013

La política económica del PP del palo y la zanahoria

Hay ocasiones en las que resulta muy complicado conjugar la realidad por las diversas interpretaciones que se tiene de ella. Asistimos a un momento de cierta euforia en los precios de los activos que ilustra muy bien la dualidad que vivimos. De un lado, tenemos una macro que sigue siendo desastrosa, se mire como se mire; y de otro, un aparente interés comprador que ha generado un optimismo en los activos difícil de explicar.

La macro ha sido especialmente relevante por detalles que en otras ocasiones deberían haber reflejado una ampliación de los diferenciales de crédito y traer tensión en las bolsas. No estoy diciendo nada que no haya ocurrido mil veces en los últimos cinco años.

Es importante empezar mencionando que de cara a este viernes se ha despertado un justificado interés por conocer qué nos dirá el Gobierno en relación a una, parece que inminente, batería de medidas destinadas a cumplir con el objetivo de déficit público, inalcanzable ya en los términos originales. Parece ser que la negociación con Bruselas gira en torno a 50 puntos básicos de objetivo de déficit, que en términos monetarios equivalen a unos 5.000 millones de euros. En apariencia no parece una cifra demasiado escandalosa. Sin embargo, el miedo está justificado, pues hasta el momento los ajustes de recorte de déficit se han basado más en la confiscación de ingresos mediante la vía impositiva que a través de un verdadero recorte en el gasto público. Por eso se pasa de una negociación sobre puntos básicos a otra de carencia, que lo único que significa es lo que ya sabemos.

Lo que tengo claro desde mi vertiente de economista, y lo vengo afirmando desde hace mucho tiempo, es que seguimos un modelo de palo y zanahoria. Tampoco digo nada nuevo al afirmar que lo más lógico, según lo visto hasta ahora, es esperar que se retoquen rúbricas sujetas a tipos bajos de IVA, se prorrogue la subida del IRPF y se dé una nueva vuelta de tuerca a vías adicionales de recaudación como son las tasas y, especialmente, los impuestos especiales. De entrada, el principal perdedor de los inminentes ajustes es el sector farmacéutico y ya veremos el efecto colateral que deja, porque auguro que aquí no se están ponderando bien las consecuencias. Pero eso es otra historia.

El caso es que esta semana hemos tenido dos hechos relevantes que deberían haber sido puestos en precio de otra manera distinta a la que hemos visto. El primero ha sido la confirmación de un trimestre más de decrecimiento de la economía española, tras cinco consecutivos con un promedio interanual del -1,5% y todavía hay algunos que debaten la diferencia entre recesión y depresión, y el otro han sido las negociaciones entre UE y Gobierno en torno al déficit.

Lo curioso del contraste de esos pésimos hechos con lo ocurrido en los mercados es que hemos visto que en paralelo nuestra deuda pública se ha marcado un rally brutal, de esos que dejan con cara de tonto al que no lo haya cogido. La combinación de crecimiento negativo, llevando al Gobierno a corregir su errónea previsión y por ende su estimación de gastos e ingresos, más la necesidad todavía importante de seguir rebajando la losa del déficit, debería ser letal. Pues no, el Tesoro volvió a levantar dinero a corto plazo subastando letras en mínimos, y la curva ha reaccionado con una caída en tires equivalentes a un entorno más del tipo “España rebaja el déficit al 3% después de anunciar un nuevo trimestre de crecimiento positivo”. Que lejos de la realidad, ¿verdad?


Ahora es cuando vienen las preguntas sobre qué hacer. Los que compraron: ¿me vendo y hago caja con una plusvalía muy rica? Los que no compraron: ¿compro porque me creo que esta es buena y que de aquí a los 200 puntos básicos de diferencial? Parece mentira, pero hay ocasiones en los que la gente parece más perdida justo cuando las tendencias parecen más claras.

De entrada, si se tienen dudas mejor no hacer nada. Intentar ahora entender los movimientos cuando estos son inesperados, no conduce a nada. Y, generalmente, dan poco que ganar. Evidentemente, el pánico queda lejos y viendo la evolución precisamente de la deuda a más corto plazo parece claro.


La cuestión está en identificar si el recorrido de la curva se debe a la mejora de los fundamentales, de la confianza, o simplemente, el argumento por el que me inclino, porque las opciones son tan limitadas que hay que estar en activos donde igual no se querría estar.



Cuento esto porque es muy posible que en la comparecencia de mañana el Gobierno cometa el error de sacar pecho siendo ventajista con la situación. La probabilidad es altísima. Una cosa es lo que dijo De Guindos en relación a su deseo sobre dónde debería estar la prima de riesgo (200 puntos básicos) y otra muy distinta es que en un contexto de tan baja visibilidad se pretenda hacer creer que es precisamente adonde vamos en cuestión de nada.

Esto es importante, pues en el mensaje puede que esté la trampa. Querer correr sin estar preparado puede ser un error de considerables proporciones. Y eso es muy posiblemente lo que lleve al Gobierno a intentar conjugar un mensaje en el que en una mano ponga la zanahoria, diciendo que las condiciones han mejorado notablemente y que la confianza ha venido para quedarse, y en la otra el palo, anuncio de nuevas medidas más ligadas a subir los ingresos que a diseccionar el gasto.

Puede que no le falte razón en su previsible discurso. Que hay un mayor interés y apetito inversor en activos de riesgo es evidente. Y que se ha centrado en la deuda, donde quizás la sensibilidad sea ahora mayor, en lugar de la renta variable, también. Pero las estrategias de inversión no tienen porqué estar necesariamente del lado de quien se quiere hacer ver ganador. Se busca rendimiento a las inversiones y punto. Eso no es una palmadita en el hombro reconociendo lo bien que se ha hecho hasta ahora.

Por citar solo un ejemplo, la gente se ha olvidado muy pronto de Italia. A esos les digo que cojan un gráfico y vean la reacción del mercado el lunes después de elecciones. Y no es broma porque están a nada de tener que convocar elecciones para septiembre coincidiendo con los alemanes. Y maldita la gracia que le hace a Merkel ir de campaña mientras le recriminan sus votantes que el dinero público no puede rescatar el bunga-bunga de nadie.

¿Están los activos ejerciendo de indicadores adelantados del cambio de crecimiento? Pues puede que en parte, pero sigo pensando que hasta que no se cambie el modelo la realidad seguirá siendo la que es, y si genera optimismo dependerá del estado de alegría en el que nos encontremos. Personalmente, cuando leo que se percibe una contracción “menos acusada”, voy más allá de la literalidad del término y pienso que realmente seguimos igual de jodidos, con perdón, que antes.

Este artículo fue publicado en El Confidencial el 25 de abril de 2013.


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